viernes, 20 de febrero de 2015

Cuentos

Se ha puesto de moda cuestionar el trasfondo de los cuentos de hadas:
Blancanieves era una degenerada por estar con siete enanos y de todos no se hacía uno: el que no era gruñón era perezoso y el que no vanidoso, otro digamos, taradito, y así todos hombres a medias.
Alicia estaba tan drogada que se aventó un súper viaje con gatos y conejos que hablan.
La alcohólica de Cenicienta vomitó calabazas y luego inventó que su carruaje había desaparecido cuando no supo dónde lo dejó, al igual que su zapatilla nueva.
La bella durmiente ni cómo defenderla, una flojonaza que no sabía ni enhebrar una aguja, se pincha el dedo y ya "no more work" hasta que llegue el salvador y dueño de sus noches.
Caperucita, fue la más lista, se dejó atrapar por el lobo, ella no esperaba príncipes, lo suyo era una fiera sensible que hiciera todo por ella, hasta librarla de seguir cuidando a su abuelita; luego heredó la cabaña y al final culpó al peludo animal contra quien procedió legalmente.
La Sirenita, al contrario, dejó todo por el hombre, su esencia, su hogar, su voz y voto... ¡La perdimos!
Y la Bella tenía la firme creencia de que un verdadero caballero debía ser feo, fuerte y formal, pero se la vivió tratando de cambiar a su galán, de reeducarlo, volverlo guapo y hasta eso que él fue cediendo; algo quería y no era dinero.
Las princesas besan sapos con el deseo de que se conviertan en príncipes y al final viven con ellos felices para siempre y nunca se habla de hijos, sin embargo, en la vida real se casan con esa idea romántica y muchas veces no pueden esperar para "trascender" y dar la noticia de que ya está por llegar al mundo y ver la luz el producto de su amor, tan parecido a ambos, con los ojos de él y la sonrisa de ella.
Muy criticado el papel de la mujer en los cuentos, pero también los varones llevan una carga muy pesada: Arriesgar la vida con tal de tener feliz a su reina: pelear contra dragones, vestirse bien, ser condes o millonarios y jurar fidelidad.
Es más fácil tomarlo a guaza pero en su momento nuestro tierno cerebro fue muy feliz con esas historias que se quedaron en el subconsciente y es algo ya intrínseco en nuestra cultura, por eso aplaudo la moda de al menos cuestionarlo, pero aplaudo aún más a los padres que leen con sus hijos a Tolkien, Mark Twain, Homero, Franz Kafka, Antoine de Saint-Exupéry, y si además añaden algo de poesía, podemos comenzar con Nicolás Guillén, Rubén Darío, Dulce María Loinaz, José Juan Tablada y César Vallejo.
Es bonito pensar en un príncipe, pero imaginar aventuras, batallas épicas y mundos que motiven la reflexión sobre nuestra existencia, puede ser otra espada que nos ayude a evadir o a enfrentar la vida, a según lo exijan las circunstancias.