jueves, 28 de agosto de 2014

El taxista y yo

Ambos nos hicimos el día. Salí temprano de mi casa a esa entrevista en Puerta de Hierro, un lugar "fresón" de Guadalajara, vestida en colores alegres, con mi reloj Chanel, botas Steve Madden y lentes imitación Ray Ban. Al estacionarme un taxista tocó el claxon estrepitosamente como si yo ya estuviera a punto de chocarlo; bajé del auto y vi que aún quedaba al menos un metro de distancia, me burlé de su paranoia sin sentido y comenzó a insultarme a gritos. De inmediato olvidé mi porte femenino y a decir que soy una persona reaccionaria le exigí, tronándole los dedos, que bajara de su carro, mientras él desde su asiento seguía escupiendo improperios, al tiempo que yo lo retaba a que arregláramos el asunto como "hombres". Abrí la bolsa y dudosa entre sacar mi gas pimienta o el teléfono celular, opté por el segundo, retomé mi porte de niña bien e hice como que marcaba un número dictando sus placas. De inmediato pilló el carro y huyó.


viernes, 15 de agosto de 2014

Así como en la tele

Veíamos una comedia romántica y en una escena el actor le pregunta a su chica que si lo seguiría amando aún si después de esos cuatro años de noviazgo le confiesa que en la fábrica donde trabaja su puesto es de conserje. Ella sin dudarlo responde que sí. Se dan un beso apasionado y él le propone matrimonio, una vez descubierta y aceptada su verdadera identidad laboral.
Mientras reíamos y mi novio quizás algo conmovido, tuvimos el siguiente diálogo:
- ¿Y tú me amas?
- Obvio sí, ya te lo había dicho.
- ¿Cuánto?
- Mucho.
- ¿Cuánto es mucho?
- Mmm... De aquí a las estrellas.
- ¿Aún si fuera, no sé, barrendero?
- No.
- ¿No?
- Claro que no, hay límites.