sábado, 30 de junio de 2012

Habitación de mar



La primera lluvia que nace de pulso y dientes,
la marca que no se ve de tan suave, tu imán de labio, la baba a media luna,
la risa diabética, un millar de joyitas de mar,
y todo lo que ya no importaba al ser vértigo
la caída entre mis piernas de u-ve como mi nombre.
Para no morir evitamos ser peces,
chupamos el antídoto en los limones que obliga la sensatez, ayuda para agriar las angustias
escurren las olas que van y vienen y fueron y se van y vienen y vente y ya vendrás a mí.
Fueron las olas contra las piedras y los pelícanos contra la vida,
luego todo contra lo que yo traía de sequía, de sed y falta de ser
fue la noche, la pierna suelta, los caimanes y las sirenas
fue el aferramiento de brazos, de pestañas que hacen nido en la sombra, luego ojeras.
Primera lluvia hasta donde la vista alcance una habitación que flota en el mar,
hasta donde quiero que vengas y te vengas en pulso y en ombligo para equilibrarme,
para no temer a 32 soles o a 42 grados que me dieron la sal que cicatriza,
hasta que llamas y es fuego el mar,
es calor si preguntamos cualquier cosa.

https://soundcloud.com/violeta-rivera-3/habitaci-n-de-mar



martes, 19 de junio de 2012

Animalia 1


En mi animalia hay un tigre infinito, una bestia que me consume a lengua y un oso grizzly, domesticado en sí mismo. A lo lejos hay un hombre, que de tan objetivo pareciera que la vida se le vuelve una cuestión romántica. Pero a mí, me gustan las almas con garra y aullido, y  será, de mi animalia junesca que sólo volveré oh loba, para enfrentarme a las posibilidades de morir y de perder y de ganar quizás.


Leyes de la naturaleza o el significado de la fe, nada como una noche atigrada, nada como una noche a golpe de bestia, nada como cuidar a un oso en las entrañas de mi vientre y nada, como el letargo de lo más fastidiosamente humano, sin que se enciendan las luces, sin que te hable a ti que sí te quiero, porque estoy ya cansada de esta falta de estrategia y de táctica, y de todo lo que pueda hablarme de faunas sin que me haya vuelto un cazador de grillos.

domingo, 10 de junio de 2012

Habitación de aullido



Puerto de almendros, sábanas sobre maquetas, piernas, movimiento en las llamas más blancas de las paredes de la habitación: 
Tragaluces.      
Hojas de naranjo en el pecho de una mujer lejana, son sus pasos el final de la calle, es la mujer albina transparente pero roja, la rasgadura en el labio, el subterráneo en medio de las nubes, el viento desembocado en la nieve y el mercurio que habita al interior de sauces y nogaleras y cabellos, mujer por primera vez autista por su aullido cósmico de resonancias enclaustradas al movimiento del aceite convertido en frío por la multiplicación de la imagen… 
De la imagen infinitamente, torre babélica empotrada a los relámpagos de animales felinos y potros y pavorreales desplumando estrellas que van de bruces, contra un pueblo casi fantasmal.
Astillas en todas las puertas que golpeo.
Viento de aullido, piedritas que se anudan en los huesos para cargar la vida que está dentro de rebotes caniculares, cascabeleros y de pestañas para ser uno mismo el salto perpendicular, al pasmo que se queda. 

Habitación truncada

Todo se fragmenta y cae, sin darnos cuenta. Todo llega al exilio, sin darnos cuenta. 
Habitación de cristal cortado. 
He dormido demasiado como para seguir despierta. Nostalgia de lo inconcluso. 
La sombra es un tren ligero cargado de nicotina.
Involucrarte es la razón y la respuesta.
Un piano tiene cuerdas para ayudarme a nacer, pero nunca regresaré a mi primera palabra, aún si la pronuncio para quejarme de la verdad, tanto no concuerda con aquello sostenido sobre la permanencia.
Todo se aleja y se suspende.
Vuelvo a discutir sobre la necesidad de ignorar tantas cosas. La mandíbula se me contrae, para evitar levantarme antes de lo previsto; hasta que se haya incinerado el último jardín. 

Habitación de incienso


Habitación de incienso

Viajo en el sonido de una muerte y sus murmullos. El todo está aquí. Aire de cera es el espacio, nos movemos a partir del fuego y la fricción posible.
No esperaba lo evidente: estigmas sobre una mesa, jarras y corazones de cristos traspapelados; la pirotecnia que ha ensordecido el movimiento natural de las cosas.
Tomo un café, me quema la mañana.
Empiezo a respirar a conciencia, los latidos se hacen más hondos.
Un hombre ha metido aguardientes y sapos en su garganta, pianos de cabeza, un hombre que no puede llover.
Algún día sus palabras deletrearon la prematura oblicuidad de mi espalda.
En la roja oscuridad están las llagas de la voz.
Todas las perpendiculares de la materia me chillan los oídos. Un acartonamiento no concluye. El humo se confirma en el pelambre blanco y amarillo de las cosas.
Condenada a permanecer de pie, sigo ausente. Con los rezos mordidos me dispongo contra la razón.
Se derrama el café por toda la sala.
Al interior de las puertas escuchamos los minutos de inmovilidad que vienen con el tiempo. Aquí la materia se une y se fragmenta en la noche de un punto.
Bienvenidos al entierro de noviembre, incienso a la altura de la vista. En fragmentos pánico. Ya será de día cuando estemos dormidos en posición fetal.
Empieza a amanecer y nadie está presente en ese alejamiento opuesto al designio de la vida. Salto para arrancar los pantalones de los techos. Hace horas que llegué a mi casa y que empecé a deletrear las obligaciones de habitarme.
Ustedes han decidido callarse, pero no dejan de hablar a través de esta habitación.

Alguien vendrá en unos días. 


Habitación cerrada


Tuve la muerte por instinto, lo demás es vano.
No hay secuencias, ni blanco o negro en carretera. Me quedo en los límites de las teclas de un piano, por eso duermo hasta que acaba el día.
Confío en que las ramas de los árboles correspondan a la caída de sus hojas.
Lamento a los hombres de plantas y banquetas soleadas, a quienes señalan con dedos cortos y anchos.

Todas las voces que escucho son entierros, hueco en hueco sobre suelo plano: espejo hueco ante el reflejo plano.


La huida no es temor suficiente.


El silencio es un grito cóncavo en todo el espacio, un navío negro para cortar la sangre.

Estoy llena de tiempos que no me corresponden.
Soy plural de vez en cuando,
nadie nos ve.

Estoy frente a ti para escribirme y al hacerlo me abro las comisuras de los dedos.

Si tuviera que morir hoy lo haría en esta habitación cerrada.
¿Dónde quedan las luces si no hay ya despiertos? ¿Dónde las voces no invitadas?
Hay vómito en tu cadera.

Es necesario emprender la huida. Ser otro implica un tiempo fallido. Silencio.

El polen ha hilado las entrañas del viento.

Mi vista se interrumpió en ese hilvane de movimientos que me sudan la frente. Hay lobos que se materializan en todas las habitaciones cerradas donde muero.


Escucho el murmullo de las cortinas, el filo contra filo de las persianas. Rasgo una orquídea, me burlo de los cristos de cabeza que alguien quiere descubrir.

Enfrento un duelo.

Puedo vivir mi historia en pocos minutos, situarme en todos los espacios de una plaza.

Con la luz se han cegado los movimientos de unos y otros.
Lo absoluto no necesita contarse, demasiado tiempo y todo faltaría.
Sueño con el rostro de los días, alguien acaba fijándose en mi mente, quizás yo misma en la elipsis del pensamiento.

Te identifico entre un aleph de claroscuros (tus deseos han alargado los gestos de tu cara).

Si extendemos la voz de los cuerpos, interrumpen quienes no sangran, destruyen, los oídos.

Soy un concierto de piano a media calle.


Los cocodrilos buscan a las presas menos probables, por eso me han creído lejana en mi versión desdeñable de la gratuidad.


Si me declaro en huelga empiezo a enrojecer. ¿Qué mayor prueba de la fauna humana?

Acepté el trueque de perlas por piedras calizas para tallarme los codos.

Estaba equivocada. No debo morir en esta habitación.

Amasijo solemne y ovejas hexagonales.
Regreso.
Divago fácilmente.

Me molestan las preguntas personales.