domingo, 20 de enero de 2013

Animalia 7

Se acomodan las cosas, se acomodan mis vértebras y mi cuerpo a tu abrazo; pero no estás y es de noche y sólo aúllan los animales en pena culpa.


El perro de seis ojos confiesa haberme consumido a rayas blancas, en la carretera de su nariz de vellosa y barros. Entre sus dientes la espuma escurre discurre ocurre y me escupe discurso, que en estampida son colores sobre láminas, olores a tres días de fiesta y resurrección. Acepté su ofrecimiento de cabellos para arrancarlos, seguir su vacío de piano pisando planito, ignorar que uno se irrita de que pague la noche que no se ha de apagar. Este perro nació para el espejo, solo en su repetición sufre a contraluz de mala hierba en polvo y me angustia porque lo quiero para quien pueda quererlo. Que mejor se vaya, callejero, antes de que le suelte un puñetazo.

miércoles, 16 de enero de 2013

Animalia 6


Hay de todo, menos un tigre en esta casa; me queda el café y la leche que no tomo. Lo confieso, soy intolerante a los que escriben con un dedo; la bestia puso en el membrete: me voy, sin un chingatumadre siquiera por despedida (no lo firma, no lo afirmo).
Y a desniveles, otros animales cobran fuerza o debilidades, a según el clima, a según la luna, a según la distancia. Yo quiero vivir en el bosque donde brillan sus ojos, para quedarme inmóvil, para que no me mate, para que sea la noche y me confunda por amiga y podamos embriagarnos indefinidamente, con música de fondo, quedándonos invertebrados, en ese juego tan grizzly de orinar la nieve y calentarnos las manos.

El macaco lloró al unísono de grillos un insomnio, pero fue en sus noches que el león se adueñó de mis posibilidades, y así es que hoy les digo, en voz muy baja: no hay nada que me ilusione.


Cualquier juramento aún ante la ley será más falso que un poema, pero concuerdo en que el poeta, es el mejor fingidor.

jueves, 3 de enero de 2013

Animalia 5


Uno se cansa de la gracia y la selva, uno se cansa del gruñido y los besos pastosos, de la adicción a los suéteres de pelo y de ralo, de creer que lo tengo y es mío porque le compro la gracia y la selva y el cebo. Cazadora de balas a todo terreno, a 4 x 4 destrozando hierbas y corazones y la viruela en las mejillas y los juguetes de tres años y más que había en el asiento trasero. Porque uno se cansa de sabernos expertos en terminar con todo aquello que ni siquiera hemos comenzado, y porque así de animales es que somos.

Y nos comemos la carne y nos untamos la grasa y nos mordemos los poros y nos tiramos destrozados como desperdicios; por hoy no sé de osos, bestias, leones, tigres, perros, lobos, monos, ruido; será que me volví el ombligo del que nada nace aún, ni la fe, ni la monogamia, ni ese crudo olor lechoso que transpiran los arrepentidos.
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