lunes, 30 de septiembre de 2013

Coincidir


Hace siete años lo conocí en un encuentro de escritores organizado en el pueblo más ocre de México, por no decir polvoriento, donde lo que brilló fue el club de señoras fans de un poeta que no era capaz de notar los albures inconscientes que brotaban de sus versos, con frases como "mi corazón alberga rosas", además de la palabra "inconmensurable", a la que al menos seis invitados hicieron referencia. Fuera de eso y otros detalles que omitiré, como el acoso del organizador quien se aferraba a llevarme a su casa con el pretexto de que tenía unos libros que me podía regalar, diré que como dicen "dios los hace y el diablo los junta", terminamos en una habitación una comitiva de especialistas en el sarcasmo y la amanecida, bebiendo hasta olvidar dónde estábamos y hasta despertar sin saber si habíamos dormido, listos para una jornada más de mesas de lectura, sostenidos gracias a un café negro y al chinguesumadre sí puedo y hasta voy a entonar bien, a modo de que si el público no se acerca demasiado, nadie notará por mi transpiración que aún sigo ebrio.
En ese momento diré que me cayó bien, a secas. Lo volví a ver durante la pasada Feria Internacional del Libro en Guadalajara; tan alto e imponente, hablaba de viajes y de autores con esa voz y seguridad capaz de apabullar a cualquiera, menos a mí, una vez que lo vi sonrojarse cuando me preguntó por qué salía yo con alguien abstemio (no lo vuelvo a hacer), a lo que respondí: No sé, si a mí en realidad me gustan como tú -y proseguí-, con un semblante distraído pero a la vez precisa al confesar dos o tres obviedades que para su orgullo fueron directo al corazón.
No era tan aventurado decírselo, puesto que en realidad me nació del alma. Un día antes habíamos coincidido en una fiesta donde estuvimos bailando hasta las cuatro de la mañana, olvidándome incluso de la presencia de mi galán en cuestión. Nada personal, sólo que esa noche fue más que evidente la incompatibilidad de dos seres lastimados en el pasado y ansiosos de querer de nuevo. Error. Menos uno más menos uno no es igual a cero, sino que acrecienta la deuda de aquello que cada uno tiene que saldar
Total que tres meses después nos reencontramos en el Distrito Federal, para de ahí viajar juntos a Puebla. Pero antes aprovechamos para vernos con algunos de sus amigos, desayunar con nada más y nada menos que Juan Gelman, y luego asistir al remate de libros del Auditorio Nacional, que estaba en esas fechas. Caminábamos entre los pasillos de las editoriales independientes cuando se acercó una señorita en traje sastre, quien sostenía unas hojas y muy formal nos solicitó hacernos una encuesta, a la que accedimos. La primera pregunta fue: ¿De qué ciudad nos acompañan? Era lógico notar que éramos foráneos, a decir del acento, pero me quedé muda, no supe qué decir, lo voltee a ver y él lo resolvió muy simple: Ella viene de equis y yo de ye. 
Fue un alivio darme cuenta que no había que explicar todo lo que se me vino a la mente: Ella viene de equis, yo de ye, aunque soy de zeta, y de aquí nos iremos a doble u y a Puebla, antes nos conocimos en ocre, luego ella volverá a Guadalajara donde actualmente vive y ahí nos vimos hace un tiempo, y yo regresaré a mi tierra, para luego irme a otro lado por cuestiones de trabajo, yo quise visitarla en equis y que viajáramos en año nuevo, pero no quiso, de seguro porque tiene a alguien allá, de con quien viene quizás, en fin.
La siguiente pregunta: ¿Dónde se conocieron? Como vi que las respuestas eran más simples, me adelanté a declarar entusiasmada: ¡Nos acabamos de conocer!, vimos que estábamos interesados en los mismos libros así que decidimos que debíamos estar juntos. 
La muchacha sonrió y sin ocultar su molestia ante mi chiste sin gracia, concluyó con un -okey, eso es todo. Él, condescendiente, asintió ante la joven, aunque ya conmigo lamentó que nunca iba a saber en qué consistía la encuesta y que quizás se trataba de la rifa de un viaje.
El caso es que en todo esto pensé hoy que fui al supermercado y detrás de mí llegó un varón pegándole a los cuarenta, que llevaba las mismas compras que yo. A decir que por ahora mi economía es limitada, pero no por eso tendría que ser igual a la de otra persona: cuatro latas de atún, un kilo de arroz, un jugo de arándano, pechuga de pavo, queso panela, tostadas, avena, yogurt, manzanas, plátanos, una lechuga y dos tomates. Era exactamente lo mismo, a excepción de las frutas y verduras que el tipo omitió, nuestra canasta básica era idéntica. Fue raro y de cualquier forma le sonreí, no vaya siendo. Me hizo una pregunta estúpida: ¿Me puedo formar atrás de ti? Y contesté peor: ¡Claro, esta es la fila más rápida! Y hasta ahí quedó nuestro diálogo, además de las miradas de reojo, no a nosotros sino a nuestros carros cargados de lo mismo; fue así que recordé aquellas coincidencias y luego me quedé pensando en qué sería de haber ganado la rifa de aquél viaje, si tan sólo mi respuesta hubiera sido otra.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Así en su vida, shalala

Me topé con alguien de otro tiempo, o era un fantasma, y tuve miedo de engañarte de nuevo; regresé y ya no estaba y tampoco el miedo, y ahora me aferro a la casualidad, al deseo de que algo suceda y para eso no hay como seguir el consejo de Bukowski: Tomar licor. Yo lo mezclo con café. Supongo que porque quiero esperarte despierta y a la vez olvidarme de que nunca llegas.
No sé, me podría mucho que viniera ese espectro y no enterarme por estar dormida. ¿Te imaginas? qué tal que llega y me convence sobre el tema de la fidelidad, puede pasar, incluso yo lo he sido, pero la gente cambia, por ejemplo tengo amigos que ahora son cristianos y me dan sermones sobre cómo ser una buena persona. Los perdono por ello y porque antes me dañaron, ¿no es eso ser cristiano? También yo los dañé, pero nunca con dolo, ¿está bien auto-justificarme?
¿Para qué tenían que ser tan crueles?, si de por sí el destino ya es "macabro", me encanta esa palabra, la aprendí a los diecisiete años -escucho el coro-, le subo a la radio y es extraño que en esa estación pongan a los Ángeles Azules: amo su inocencia, amo su errores, soy su primer novio, su primer amor... Nada más macabro cuando justo pensaba en esa época y en cómo temblaba con aquel ´morro´, quien para todo decía macabro; en vez de güey pronunciaba macabro y todo siempre resultaba macabro. ¡Qué nostalgia tan macabra!
Parece que el azúcar ya se asentó en el café y el whiskey en mi cabeza, todo está revuelto, ojalá te despertaras para que escribiéramos juntos quizás un cuento erótico, en vez de mis ideas románticas -¿qué si eso es el amor, qué si eso es el amor, qué si eso es el amor?-... En fin, buena cumbia, shalala.

https://www.youtube.com/watch?v=WKWDpaS3nLE


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Ladrillo sobre ladrillo

Me conmovió aquél señor de edad avanzada, caucásico y con esa expresión en el rostro que te da a entender que ha trabajado toda su vida y sin embargo, no se ha topado con la benevolencia de algún dios; ese tipo de dios al que acudimos cuando queremos convencer a alguien de que realmente merecemos una vida mejor, lo que sea que eso signifique.
Se acercó y me dijo que era parte del grupo de ladrilleros que trabajan a dos cuadras de mi casa (la verdad nunca los he visto) y me preguntó si me había enterado de la niña que atropellaron y que resulta era su nieta y para colmo -como suele pasar cuando el karma no mengua- murió y el automovilista huyó.
- No supe, exclamé.
- Bueno, no tendría por qué saberlo -afirmó-, y me pidió que colaborara con veladoras, pues lo menos que podían hacer era darle un adiós decente.
En eso me acordé que en la alacena había como seis velas aromáticas en tonos rojos y púrpura, y además en cajitas de vidrio. Las tenía porque un antiguo prospecto de galán me las regaló, pues sugirió que eso era romántico; no obstante para mí no hay nada más anti-inspirador que un ambiente planeado y postizo, así que las olvidé al igual que al susodicho -guardadas en lo más recóndito de mis recuerdos- hasta esa tarde en que pensé podrían ser de utilidad.
Feliz de poder colaborar, le mostré mi gran contribución a este hombre curtido por el sol y los años y las desgracias; pero me respondió enojado y a gritos: ¡Se trata de un velorio, señorita, un ve-lo-rio! Y se fue, enfadado, muy enfadado, y me quedé perpleja y dudé de si en realidad llegará el momento adecuado para utilizarlas. En fin, tal vez un día, cuando se vaya la luz.



domingo, 8 de septiembre de 2013

Leda

Para Leda lo más bello del cisne no eran sus alas, 
sino su cuello, blanco de Zeus,
de tan deseable le daba vértigo.

Al mirarlo de cerca, 
le crecieron los brazos
quiso cargarlo en peso,
se hundió en el lago
mojada hasta la espalda 
desde su ombligo
en cuatro segundos
y a cuatro tiempos
dijo lo que los dioses oyen
cuando se expira 
lo que uno es.