domingo, 8 de septiembre de 2013

Leda

Para Leda lo más bello del cisne no eran sus alas, 
sino su cuello, blanco de Zeus,
de tan deseable le daba vértigo.

Al mirarlo de cerca, 
le crecieron los brazos
quiso cargarlo en peso,
se hundió en el lago
mojada hasta la espalda 
desde su ombligo
en cuatro segundos
y a cuatro tiempos
dijo lo que los dioses oyen
cuando se expira 
lo que uno es.

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