La semana pasada desayuné con un
amigo burgués, perteneciente a una de las familias más connotadas de Jalisco.
Platicamos de la comida del lugar, de vinos, un poco de política y de sus
negocios, así como de su más reciente viaje a Maui, lo que por supuesto hizo
volar mi imaginación, sorprendiéndome distraída o "en la luna"
pensando en las olas y en los surfistas quienes sin duda siempre harán aún más
bellas las playas.
De entrada pedimos una panela asada al
pesto, tomates rellenos de marlin con tocino frito y luego lo típico: jugo,
fruta, café, huevo, etc., muy rico todo, el lugar estaba lindo y ya saben:
mantelitos, atenciones y además la buena compañía, eso hace que todo sepa
mejor.
Llegamos al tema del arte y su visión
me reveló una cuestión incómoda pero interesante a la vez, confesándome que se
ha vuelto un fanático de lo conceptual, principalmente por una razón que
comparte con varios de sus colegas: El desprecio a los artistas.
Hubiera querido llevar una grabadora
para guardar con exactitud sus palabras, pero más o menos trataré de apegarme a
lo que dijo: "Mientras nosotros prácticamente nos partimos la madre
trabajando en cosas productivas, ustedes nos han vendido una idea que no nos ha
resultado redituable, así que una especie de venganza es el comprar lo menos
funcional posible del mundo y fanfarronear con este tipo de arte llamado
conceptual o moderno o como quiera que se le diga sobre todo a los ready made.
¡Los estamos boicoteando, artistas, y es porque estamos celosos o enojados con
ustedes!, y entonces esta inversión que ya sabemos perdida, al menos nos ha
resultado muy divertida".
Habló sin tapujos, con cierta malicia
y sonrisa infantil, agregando que su hipocresía ante el arte ha encontrado un
nicho en quienes también son hipócritas ante lo que hacen, y pues que en esas
circunstancias nadie engaña a nadie.
A pesar de que soy disidente de esta
corriente artística denominada conceptual, en la que contadas veces he visto
atisbos de brillantez, la visión del empresario realmente me perturbó, sin
embargo, cómo contradecirlo si un cubo de hielo o un hoyo en la pared resultan
ser lo último de lo último en el terreno del arte, siendo entonces cuando las
ocurrencias sobrepasan la propuesta, o como diría Avelina Lésper, cuando debes
preguntar si el extinguidor no es parte de la exposición.
Sin duda fue muy respetable su punto
de vista, luego hablamos del poder de la economía y ahí casi no entendí pero sí
se lamentó de cómo han jodido a muchas familias al ponerles a los empleados
horarios de trabajo de doce horas "a discreción", a cambio de un
sueldo mínimo. Ya por último, como postre y aligerando la despedida, retomamos
el tema de Maui y los surfistas.
Debo agregar, en el tono que utilizan
en un confesionario, que terminó comprándome cuadros del arte que ahora quieren
denominar convencional, y todo porque, una vez valorado su juicio, agregué que
ese lote de pinturas que llevaba bajo mi brazo tenían que ver con el tema de la
revaloración de un jabón zote en su más puro estado, significando una
involución a mi infancia, cuando todos sabían hacer esculturas con este noble
material y yo ni eso y ni legua de taquito, lo que me provocó un trauma y un
desapego a mis compañeros del salón, momento crucial en el que decidí
convertirme en artista.