martes, 15 de julio de 2014

Me agüita la lluvia


Hicimos un viaje a Puebla con los equipos de fútbol rápido del Montessori Jalisco. Yo les duplicaba la edad a la mayoría de las niñas, y el coach me puso a cargo de ellas. Ya de regreso, en el camión, mientras casi todos iban dormidos, también los varones y el grupo de infantiles, exhaustos, después de un torneo maratónico de fin de semana, en el que cada uno teníamos tres partidos por día, se me acerca la portera y me despierta para decirme que quiere ir al baño y que el sanitario del autobús está clausurado; sólo atiné a decirle: No te preocupes, ya falta poco para llegar, una media hora, - y agregué- mientras puedes pensar en otra cosa para distraerte, por ejemplo ¿has ido a la Cascada de Basaceachic en Chihuahua o a la de Cola de Caballo en Monterrey?, o puedes imaginarte el río, el mar, una fuente llena de agua que suena como este termo (y lo empecé a agitar). Ella trataba de interrumpirme y decirme que me callara mientras cruzaba las piernas, pero añadí, con entusiasmo: Ah ya sé, ¿en el kínder no te ponían la canción de la lluvia?, mira –indiqué- comienzas con un dedo golpeando tu palma, luego dos, y así hasta que vas aplaudiendo, simulando el golpeteo de la lluvia. Desesperada, suplicaba silencio y yo la sujeté del brazo para que no se fuera a otro lugar, y continué, ahora cantando: Lluvia cae, lentamente sobre mí, qué más da, si contigo soy feliz, ay ay ay me estoy enamorando…
Seguí con temas sobre inundaciones y tormentas y luego algunos datos acerca de los riesgos para la salud que tiene el “aguantarse”, el daño a los riñones, etc., hasta que, situación penosa, se orinó.
Pocas veces puede ser uno tan creativo y no iba a desaprovechar esta oportunidad, en fin, pasados cuatro minutos llegamos a una caceta donde bajó, llorando, a cambiarse la ropa.

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