Uno se cansa de la
gracia y la selva, uno se cansa del gruñido y los besos pastosos, de la
adicción a los suéteres de pelo y de ralo, de creer que lo tengo y es mío
porque le compro la gracia y la selva y el cebo. Cazadora de balas a todo
terreno, a 4 x 4 destrozando hierbas y corazones y la viruela en las mejillas y
los juguetes de tres años y más que había en el asiento trasero. Porque uno se
cansa de sabernos expertos en terminar con todo aquello que ni siquiera hemos
comenzado, y porque así de animales es que somos.
Y nos comemos la
carne y nos untamos la grasa y nos mordemos los poros y nos tiramos destrozados
como desperdicios; por hoy no sé de osos, bestias, leones, tigres, perros,
lobos, monos, ruido; será que me volví el ombligo del que nada nace aún, ni la
fe, ni la monogamia, ni ese crudo olor lechoso que transpiran los arrepentidos.
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