domingo, 10 de junio de 2012

Habitación de aullido



Puerto de almendros, sábanas sobre maquetas, piernas, movimiento en las llamas más blancas de las paredes de la habitación: 
Tragaluces.      
Hojas de naranjo en el pecho de una mujer lejana, son sus pasos el final de la calle, es la mujer albina transparente pero roja, la rasgadura en el labio, el subterráneo en medio de las nubes, el viento desembocado en la nieve y el mercurio que habita al interior de sauces y nogaleras y cabellos, mujer por primera vez autista por su aullido cósmico de resonancias enclaustradas al movimiento del aceite convertido en frío por la multiplicación de la imagen… 
De la imagen infinitamente, torre babélica empotrada a los relámpagos de animales felinos y potros y pavorreales desplumando estrellas que van de bruces, contra un pueblo casi fantasmal.
Astillas en todas las puertas que golpeo.
Viento de aullido, piedritas que se anudan en los huesos para cargar la vida que está dentro de rebotes caniculares, cascabeleros y de pestañas para ser uno mismo el salto perpendicular, al pasmo que se queda. 

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