sábado, 8 de diciembre de 2012

Animalia 4


La vida es una perra sin raza que se da el lujo de tener moral. Presentí el león como se presiente el destino de esconderse para evitar la corona y el whisky; correr a paso antílope contra pared, a cangrejo resquebrajado, porque un macaco me hace reír de llanto y es que puedo arrullarlo entre mis brazos de leche y miel. Hay tanto dulce que dañaré sus vértebras.

A veces odio la espalda y lo que resulta innombrable por bloquearme la vista, me refugio en el coro de gruñidos grizzly, en las canciones de cuna para que me silencien este maldito síndrome del nido vacío, y que se vayan en mutis todos los animales, comenzando por el lobo de seis ojos con todo y sus culpas más grandes que sus logros.


Hoy, sólo me queda un latido petirrojo; la idea del altar a los rasguños del tigre.


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