lunes, 29 de abril de 2013

No. 124

Algún día escribiré acerca de esta casa, que es muy grande, porque los vecinos son hermanos de barrio. Nos escuchamos todo: las peleas y los abrazos; y nos preguntamos poco más de lo que decimos, y si me enfermo me traen de comer, me traen medicinas y quizás hasta un jugo.
Ahora han decidido hablarme a diario por la ventana, para decirme que me aman mucho, o que yo no sé barrer, o que debo lavar mi auto, o que ya se van a dormir y me reclaman que otra vez olvidé salir hoy, y que ni me acordé de hablar con nadie, me dicen: ya son más de las doce de la noche, hora en que la gente debe irse a dormir.
En las mañanas, como a eso de las nueve, se atreven a gritarme que despierte, a veces hasta insisten, piensan que también de eso podría olvidarme y entonces, suponen, estarían tristes.


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