Debí advertirte
que no me leyeras las piernas
ni te aferraras a mis muslos
o a esa espalda habitada, dominada por ti
que no te ahogaras en mis ojos ni mar,
mejor que no escucharas el canto de sirenas,
hay abismos y tormentas, temores que aún me sangran.
Sin embargo, tú vas a poder contarles
que estallamos en peces blancos y plateados mientras era la noche
y que es posible que dos lunas iluminen la misma playa
alinear los planetas, morderme la suerte,
cuidarme los sueños
y que un día tan sólo despertara
para llenarte la casa de colores.
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