Autismo, cabeza de un lado
a otro, martillo
hospitales blancos sin
almohadas, calaveritas
cosquillas en los labios, su
boca es muda y torpe
movimiento a la velocidad
de un automóvil, piel en frasquitos
la esperanza está en las
rodillas,
en el cuerpo del hombre
tras la cortina
yo no tengo clavos en los
pies, qué temor, cuerpos de bronce concatenándose
olor a tierra mojada, a
manzana y a mandarina
cuatro pisos para volar
el poeta no es un pequeño
dios
quiebren los cristales
cuando no se pueda respirar
garganta cocodrilo,
sonidos agudísimos en la cima de un cráter
estrella, vértigo, se
agradece la sed, se demanda la demencia,
un golpe, otro golpe, otro golpe,
danza de ebrios, público
de mirones, manchas rojas y negras
las niñas de secadora
caminan en puntitas,
cuentan sus desaires con
las uñas pintadas de blanco a la mitad, a la “francesa”,
así viven, a medio camino,
quisquillosas no quieren mostrar su falta de belleza,
por eso enderezan su
espalda tallada en tela barata,
me distraigo:
-
Sí, acepto.
-
Yo también acepto prometer.
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